domingo, julio 04, 2010

Simplemente quería elegir

A diario confirmo que mi deseo más frustrado es no haber nacido hombre. El no escoger qué tener o no entre mis piernas es una de las cosas más desconsoladora con las que he tenido que lidiar. Si en mis manos hubiese estado el ser o no ser de seguro no estuviera aquí escribiendo esto tan miserable como lo es la propia negación.

Y es que la vida en el cuerpo de una hembra no me ha resultado nada sencillo. He tenido que remover casi todo el vello de mi cuerpo, limar mis uñas y pintarlas de vez en cuando; aprender a usar tacones, saber qué hacer cuando uno de ellos se rompe.

Pienso que de haber nacido macho, agacharme en los baños públicos y exprimir mi naranja sin rozar la taza nunca hubiese significado gran problema. Pienso y pienso y menos justa me parece la cuestión. Ser hombre me permitiría andar sin sostén SIEMPRE. Tendría más de dos bolas para afrontar la vida.

Quizás mi cabeza no estuviera tan llena de basura como lo está hoy imaginándome siendo la protagonista de otras supuestas frustraciones: virgen a los 40, divorciada, casada, vistiendo santos, abuela, con varices, con el culo gordo, con estrías, con las tetes caídas, sin hijos o con ellos. He ahí el dilema…

Y es que definitivamente para ser hombre se necesitan menos requisitos.

Quizás el afeitar mi cara sería más sencillo que decidir darla o no darla (¿acaso habrían cosas que decidir?). De haber parido mi madre un varón de seguro no estaría escribiendo esto sino “matando fiebre” en un partido de futbolito. Si yo fuese portadora de testículos pasar por una alcantarilla nunca hubiese creado pánico en mi madre.

No estuviese mal cambiar de pareja por cada mes que tiene el año y llevarlas a casa fuese una celebración por todo lo alto. Si mi aparato reproductivo fuese otro me hubiesen permitido trabajar a los 16 y no haber tenido que pensar qué significaba tener 15. Nunca hubiese manchado mis pantalones ni verme obligada a taparme con un sweater. Jamás hubiese tenido pena al comprar por primera vez mis propias toallas. ¡En la vida!

Siendo hombre me daría igual que un chico me diga “won”. Sin embargo, en el rol de mujer y el chico que me gusta me dice “won” me hace sentir peor y decir: ¿Acaso no se da cuenta que mi espalda es menos ancha o que por lo menos pretendo vestirme como niña?

Si tan sólo en mi pecho no existieran pezones sino tetillas mi visión del mundo sería menos trágica. De chiquita tampoco me hubiese escondido detrás de una columna para sacar la enorme panty, con el enorme bordado, de mi pequeño trasero. Ni hubiese detestado las veces en que las delicadas medias se me rasgaban en las fiestas, mucho menos hubiese sido víctima de un regaño por no cruzar las piernas.

De ser yo hoy un tipo de 19 años; las tangas, los bikinis y los hilos serían sinónimos de chicas sexys, “mamis” pues. Pero disfrazada de mujer esto es símbolo de una irritante pero necesaria transición de mis hermosas pantaletas con muñequitos color rosa, esas que cubrían hasta el pensamiento, a unas más caras y con menos elaboración.

Lo siento, Dios o como te llames. Soy una inconforme que detesta lo menstrual y que mis estados emocionales sean dominados por casi 4 días al mes. Pienso que simplemente te equivocaste conmigo. Se las pusiste más fácil a ellos…pero cómo voy a esperar que no sea así si tú también eres hombre. ¿No? Porque hay que ver que eso sí tienen ustedes, don de compañerismo.

1 comentario:

Irina dijo...

Me has hecho reir muchisimo!
No sé, pero sigo por aqui leyendo :)